domingo, 3 de julio de 2011

DEPENDENCIA II

12 DE NOVIEMBRE DEL 2004

Si hay algo claro, es que el ser humano es un ser social, y como tal, necesita relacionarse con los de su especie. Socialmente encontramos diversas y variopintas formas de relación entre las personas, pero con un común, la comunicación.
Es a través de la comunicación verbal o no, cuando el ser se realiza como individuo. Son los demás con sus palabras y actos los que  aprueban nuestra conducta, nos reafirman lo que somos. Es a través de ellos que nos identificamos y adoptamos un rol.

Con la modernización llegaron las ciudades que agrupan miles de personas amontonadas en edificios unos muy cerca de otros, pero a su vez, todo ese proceso de transformación y evolución tecnológica y estructural iba acompañado de un cambio brutal de los valores que influirían en gran modo al tipo de relaciones entre los individuos.
Las ciudades fueron las precursoras del individualismo, es allí, donde poco a poco, a través de las dinámicas adoptadas, el hombre, aunque podía darle la mano a su vecino desde el balcón, se volvía más reservado y desconfiado.
Hasta hace unos veinte o treinta años eran habituales las celebraciones entre comunidades de vecinos, o las grandes reuniones en la calle para celebrar una festividad. En la actualidad, estas tradiciones están bastante en desuso, no son tan frecuentes en ciudades extensas de muchos habitantes, donde se llega a tener la sensación en ocasiones que se huye hasta del gesto mínimo de saludar a un vecino.
Esto se podría justificar con la gran movilidad de personas que hay en las ciudades, que nos hace sentir que constantemente estamos rodeados de desconocidos, de personas anónimas. Las relaciones en muchas ocasiones dada esta movilidad, no son muy estables ni de larga duración, no se profundiza.
Es curioso que dentro de la multitud que encuentras en un medio de transporte público, todos los individuos estemos como encerrados dentro de una burbuja, es como si nos quisiéramos proteger de nosotros mismos. Unos miran hacia un punto fijo, otros intentan hacer más grato el viaje con un libro o revista que les sirve a la vez de barrera, los hay curiosos que miran hacia todas direcciones con cara de interrogante, pero nadie se dice nada y es seguro que todos tenemos algo que decir. Lo mismo pasa en la calle, cientos de personas de arriba a abajo y ni un hola espontáneo hacia un semejante desconocido.
La dinámica urbana ha generado un distanciamiento entre las personas y una actitud más distante y desconfiada, que hace más difícil la aproximación y nos sumerge en una gran inseguridad hacia los demás.
Es aquí, en este momento de dificultad de relación, donde el sector de la comunicación y la información triunfan.
Es cierto que en principio, la telefonía móvil e Internet se presentaban como elementos para facilitar la comunicación a distancia y a tiempo real. Con su llegada no existen las distancias ni las fronteras, el mundo entero está conectado a través de ondas, ya no hay límites para la comunicación y la información.
Todos, relativamente, tenemos la oportunidad de sumergirnos en la gran red informativa.
Internet se ha convertido en algo imprescindible en los estudios para recaudar información, en la búsqueda y reserva de viajes, compra de productos extraños o no muy frecuentes, etc. Pero hay que reconocer, que como la reina de las funciones de este medio encontramos al "Chat".
En la multitud de chats que podemos encontrar en la red, existe un común, la búsqueda de forma impersonal y anónima de otro ser humano o conjunto en las mismas condiciones que nosotros. Es aquí donde dejamos más a la vista nuestra necesidad social de relacionarnos, de comunicarnos. El ser anónimos nos entrega el poder de soltarnos sin temor al ridículo, sin descubrir nuestros complejos ni miedos, que en una realidad observable nos delatan. Aquí se liberan las necesidades más instintivas sin ningún tipo de ataduras ni responsabilidades. Además, tú tienes en tus manos la decisión de lo que dura la sesión, cuando comienza y cuando se acaba, y si lo que te ofrecen en una pagina no te convence, a probar suerte en otra.
Como conclusión creo que el ser humano en cuestiones de relación se ha vuelto muy inseguro e indeciso, existe un excesivo temor a ser rechazado, a no llegar a las expectativas que se imponen socialmente. El físico, una actitud determinada, una tendencia en el vestir son imprescindibles hoy en día si quieres sentirte aceptado y pasar desapercibido entre lo que se considera "normal". Por eso, miles de personas se esconden tras una pantalla fría e impersonal con la esperanza de tener la oportunidad de encandilar a otro ser humano con sus encantos más naturales, la esencia de su ser sin imagen a través de la palabra, en un principio...
El tema de la telefonía móvil es otra historia. El acelerado ritmo de vida en el que vivimos nos hace disponer de poco tiempo libre, y como consecuencia a menudo no disponemos ni de ánimos ni de energía para hacer amigos nuevos, y a veces ni siquiera de disfrutar de la compañía de los que tenemos ya. Pero sigo recordando la gran necesidad que tenemos de comunicarnos. Y es aquí donde triunfa el móvil. A cualquier hora, en cualquier circunstancia, puedes ponerte en contacto con un conocido. Hoy en día la gran mayoría disponemos de móvil y ya no hay excusa.
Pero hay que decir en contra que estamos creando una tendencia a expresar las emociones a través de esos aparatitos y sus msg escritos, para luego  escondernos en el directo y no saber como enfrentar ciertas situaciones sin nuestro querido telefonito.
A través del móvil se mandan miles de besos que en la realidad no se dan ni por asomo, abrazos, palabras afectuosas o de culpabilidad que no somos capaces de expresar en el frente a frente. Si la realidad en actos fuese la de los msg seriamos todos encantadores, los encuentros entre las personas serían de lo más afectuoso e imaginativos, pero no es así, ¿Por qué? Parece como si cuando escribimos esos msg lo que predicamos son nuestros deseos más íntimos, que al salir a la calle y enfrentarnos a la realidad se rodean de unas barreras de inseguridad que nos imposibilitan hacerlos realidad por completo.
Actualmente hay la paradoja del individualismo extremo producto del progreso y la necesidad visceral de colectivo del ser humano. Por ello, el propio progreso nos ha concedido esa tecnología sotisficada, que aunque sea de forma impersonal nos facilita colmar la sed de relación con otros seres humanos, además de formar cuentas millonarias entre los que mueven el tinglado del sistema capitalista, los poseedores de los medios de producción que mercantilizan nuestras necesidades más primarias.
Dependencia, como no se va a crear dependencia... 


Conchi Gil

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