lunes, 23 de octubre de 2017

Procesos que te mueven

Después de estar varios días estupenda, la energía en alza te hace buscar algo de normalidad, pero lo cierto es que ya nada es igual, nada puede ser como era antes, porque el proceso está para recordarte que algo debe cambiar. Las emociones surgen desordenadas, pero amorosas para mostrarte el camino, para enseñarte que es lo qué es importante para ti, qué tipo de vida quieres tener desde ya. Este proceso de enfermedad me ha hecho conectarme con esa niña que hay dentro de mí. En momentos de bajón físico, surge a gritos pidiendo algo de amor. Ese amor que nunca recibió en los años más tiernos de su ser y que anhela, ahora desde la mujer adulta que soy. Ella grita tristona, enfadada, melancólica de manera sutil pero firme. Y aprender a escuchar y aceptar todo lo que poco a poco te dice, no es sencillo, más bien resulta duro. Reclama un amor que ella misma no se sabe dar, y ahí tenemos a la Conchi adulta, con ese conflicto de autoestima, medio triste, medio enfadada con el mundo. Cuanto debe aprender a quererse sin esperar que ese amor venga de fuera. Por momentos aún me siento abandonada y llevo fatal esa sensación. En otros, el ser testigo de mis emociones, me hace sentir vulnerable, era más fácil esconderlas detrás de un armazón, aunque está claro que esa fórmula ya quedó obsoleta y hay que cambiar. 
Me doy cuenta del modo como me relaciono con los demás, y en cierta manera estoy cansada de ser la chica estupenda y correcta que todos esperan que sea, bueno, eso alimentado por mis creencias y temor a que no les guste o me dejen de querer. Un querer que al final no es tan verdadero como yo creo. En ocasiones tengo ganas de mandar a más de uno a la mierda, es así de sencillo, pero no se muy bien si es por la persona en cuestión o por cómo me relaciono yo con ella, y me enfado conmigo misma por no ser sincera en relación a lo que quiero, a poner límites.  
Hay una frase que utilizo mucho "el me sabe mal". Al final la culpa me acompaña por el camino y me hace hacer cosas que no me apetecen. Ser testigo de ello, es importante por todas las veces que utilizo esa excusa para sentirme mal, lo que me lleva a ser muy dura, excesivamente dura conmigo misma. Si fuera capaz de quererme igual que me castigo, no existiría problema alguno. Y esa sensación de que yo misma me boicoteo, me duele en el corazón. Este finde, me saturé sin darme cuenta y enfermé. Fui capaz de irme en medio de una cena de cumpleaños, y aunque salió la culpa de forma intensa, fui capaz de hacer lo que en ese momento necesitaba, irme, salir de allí. La prioridad era yo, y nadie más que yo. No iba a aguantar un mal rato por nadie, era mejor la incomodez de decir me voy, no estoy bien, que el aguantar hasta el final de la cena con mis molestias físicas. Lo curioso es que no se por qué me puse malita. Puede que mi cuerpo ya no aguante las incoherencias y salte a la mínima de cambio, ¿pero poniéndose malito?. Ayer pasé todo el día en casa haciendo bondad absoluta, sin comer sólido dándole un respiro a mi aparato digestivo un poco saturado. Al principio me asusté muchísimo. Cualquier síntoma abdominal me supone una tensión que no veas. Luego, según me fui relajando, cogí confianza y pensé que todo pasaría, así que lo mejor era, tomármelo con calma y confiar que todo estaba bien. Hoy me he levantado mejor, con un popurrí de emociones que ya no se quieren callar. Es duro descubrir que en los últimos tiempos, antes de enfermar no estaba feliz del todo. Me sentía un poco desubicada, un poco perdida, sin objetivos que me motivaran, esperando mucho de fuera y mirando poco para adentro. Ahora me doy cuenta de que la dirección es la contraria, hay que mirar dentro para hacer fuera, y ahí estoy, aunque no es nada sencillo, pues vas descubriendo cosas que duelen, que cuestan de aceptar.
Otra de las cosas que me duelen en exceso es ver el poco margen que me doy, muchas veces no me doy permiso para disfrutar y me hago pequeños boicots- castigos inconscientes que me hacen polvo ¿y eso por qué o para qué?. Aix mi linda niña, que dolida estás, pero por dios, no vuelques tu rabia sobre ti misma. Vamos a aprender a querernos y no hacernos daño. Ese tiempo ya pasó. Ahora eres una mujer bella y fuerte que necesita curar las heridas y que nunca te abandonará. 

Es el inicio hacia el amor...

Conchi Gil

lunes, 25 de septiembre de 2017

Vivencias que nos marcan

Durante las últimas semanas, he estado soñando y teniendo muy presente mi estancia en una casa en la que "mal viví" más de 10 años de mi vida. En una de las décadas más importantes de la historia y desarrollo de una persona, de los 13 a los 23 años aproximadamente. Haciendo repaso sobre las cosas que pueden hayan influído en mi salud emocional, siempre me paro en una edad temprana y recuerdo con dolor la inestabilidad que me rodeaba, los malos tratos recibidos, tanto a nivel físico como psicológicos. Como fuí desarrollando la capacidad de estar en la mente y obviar ciertas emociones como el miedo, que pasar, pasé mucho, además de sentirme muy sola y desprotegida. Pero ahora que estoy intentando averiguar que es lo que más daño me hizo, lo que más me marcó, siempre acabo pensando en esa casa, esa planta baja tipo chabola, en la que tan incomprendida me sentí. Estaba a cargo de un hogar que poco se parecía a eso, pues las condiciones eran deplorables. Suciedad, falta de recursos básicos como un lavabo donde hacer tus necesidades, falta de agua caliente, una instalación eléctrica improvisada y peligrosa, unos cables colgados de cualquier manera de un extremo a otro de una habitación. Compartir esas estancias con cucarachas continuas, algunos ratones que nos visitaban de vez en cuando. Por mucho que una quisiera que eso fuera un hogar era imposible. Todo ello, unido al constante acoso vecinal, que te hacían sentir peor que cualquier bicho, en vez de ofrecerte su apoyo y compasión. Ese contexto que día tras día vivía me llevó a hacerme sentir, muy, muy sola en un mundo que parecía estar separado de mi propia vivencia. También se hacía duro el tener que ocultar continuamente mi situación cuando conocía a gente en otros ambientes fuera de las cuatro calles que rodeaban el dichoso callejón y conocían a los pobres chicos que vivían peor que los gitanos. 
En algunas ocasiones intentaba disfrazar esas cuatro paredes a medio caer con pintura barata o algo de cemento, pero no servía de nada, el problema seguía en pie. El tener un padre alcohólico y ludópata no ayudaba y aprendía a sobrevivir con los pocos ingresos que me daba semanalmente para comprar la comida. Era un milagro como se podía alargar el poco dinero que nos dejaba, mientras él se fundía todo en cuestión de pocas horas. 
Me puse a trabajar muy pronto, antes de lo reglamentario y mi padre generoso me decía que eso era mío, aunque cuando se había gastado lo suyo me achuchaba para que le diera algo extra de lo que ganaba, sino me castigaba o se enfadaba enormemente y era bastante incómodo de soportar. 
Hoy en día, no se que es peor, si los maltratos o el vivir sintiéndote muy poca cosa. El disponer de un hogar saludable es algo fundamental en temas de protección. Pero ¿cómo no iba alevantar muros en esas condiciones? Después de vivir de forma normalizada durante bastantes años, ahora tengo que hacer limpio de todo eso que viví y dejo tanta huella que mi cuerpo aun grita. 

sábado, 23 de septiembre de 2017

¿Cómo me siento?

Después de pasar la mayor crisis física que he vivido, unos momentos en los que no sabía si podría sobrevivir o por lo contrario, sería el momento para ir despidiéndome de este mundo terrenal. A la que recobré un poco la energía, me sentí renacer, con mucha ilusión y con esperanza, pues parecía algo imposible. Esta semana he pasado por la tercera sesión de quimio, con lo cual, el siguiente paso es realizar el Pet-Tac y evaluar las posibilidades de poder pasar por quirófano. Lo cierto, es que me siento llena de miedo, tanto a que me operen, como a que me digan que no hay posibilidad. Y no quiero adelantarme, no quiero desperdiciar cada segundo que tengo por delante, pero un sentimiento muy intenso se ha apoderado de mí. Este finde es la Mercé y me gustaría ir a las fiestas y rodearme de vida, pero la energía no me acompaña del todo, o quizás es el miedo, la parálisis que me frena. Me siento tan paralizada, como si mi vida estuviera totalmente condicionada por esta circunstancia que me condiciona, me frena, me limita. Aunque en el fondo creo que igual la que más me limito soy yo misma. Al igual que he podido limpiar mi casa, hacer el baño, poner una lavadora, ¿por qué no voy a poder ir al centro de la ciudad un rato y disfrutar del ambiente? ¿qué es lo que tanto miedo me da? ¿qué me puede pasar, qué me cansé? Pues busco un banco y me siento. Pero estar todo el día en casa no me está ayudando. Otro sentimiento muy intenso es una gran sensación de soledad, me siento muy sola y eso me pone muy triste. A la vez, no me apetece estar acompañada por cualquier persona, sino por esas que me puedan aportar alegría, vitalidad y no me pongan la cabeza llena de historias absurdas. Hoy he intentando quedar con varias pero no ha cuadrado. ¿Será que me toca estar sola y recapacitar? Encima, mi gran acompañante, mi amor, le toca trabajar. Con él es más fácil, aunque también siento algo de dependencia hacia él y eso tampoco me hace sentir en paz. Ahora mismo siento que todo cambió... ¿dónde está mi vida? ¿por qué ha "desaparecido"?. Quiero recuperarla, quiero comenzar a vivirla nuevamente. Quiero salir a la calle con la despreocupación de que todo va bien. Siento algo de envidia por las personas cuando las veo tan relajadas, tan ajenas a la preocupación que supone que tu vida esté en peligro.
Por primera vez lloro desde el alma, con una intensidad casi desconocida, haciendo limpieza de todo el dolor que llevo dentro desde hace tanto tiempo... Tengo la sensibilidad a flor de piel, tanto para la nostalgia como para poder sentir cualquier cosa que me rodea, y eso es bueno, pues lo bonito es impresionante de hermoso, la música llega más rápido al corazón y se apodera de mi cuerpo que es capaz de moverse al ritmo con suavidad.
Así me siento hoy, así estoy, conociéndome a un nivel que no dejaba experimentar, esa también soy yo, esa igual soy más yo que nunca. Igual es el paso que necesito para comenzar a ser feliz de manera auténtica. Algo está cambiando, bienvenidos sean los cambios que necesito experimentar para realmente ser FELIZ.