lunes, 23 de octubre de 2017

Procesos que te mueven

Después de estar varios días estupenda, la energía en alza te hace buscar algo de normalidad, pero lo cierto es que ya nada es igual, nada puede ser como era antes, porque el proceso está para recordarte que algo debe cambiar. Las emociones surgen desordenadas, pero amorosas para mostrarte el camino, para enseñarte que es lo qué es importante para ti, qué tipo de vida quieres tener desde ya. Este proceso de enfermedad me ha hecho conectarme con esa niña que hay dentro de mí. En momentos de bajón físico, surge a gritos pidiendo algo de amor. Ese amor que nunca recibió en los años más tiernos de su ser y que anhela, ahora desde la mujer adulta que soy. Ella grita tristona, enfadada, melancólica de manera sutil pero firme. Y aprender a escuchar y aceptar todo lo que poco a poco te dice, no es sencillo, más bien resulta duro. Reclama un amor que ella misma no se sabe dar, y ahí tenemos a la Conchi adulta, con ese conflicto de autoestima, medio triste, medio enfadada con el mundo. Cuanto debe aprender a quererse sin esperar que ese amor venga de fuera. Por momentos aún me siento abandonada y llevo fatal esa sensación. En otros, el ser testigo de mis emociones, me hace sentir vulnerable, era más fácil esconderlas detrás de un armazón, aunque está claro que esa fórmula ya quedó obsoleta y hay que cambiar. 
Me doy cuenta del modo como me relaciono con los demás, y en cierta manera estoy cansada de ser la chica estupenda y correcta que todos esperan que sea, bueno, eso alimentado por mis creencias y temor a que no les guste o me dejen de querer. Un querer que al final no es tan verdadero como yo creo. En ocasiones tengo ganas de mandar a más de uno a la mierda, es así de sencillo, pero no se muy bien si es por la persona en cuestión o por cómo me relaciono yo con ella, y me enfado conmigo misma por no ser sincera en relación a lo que quiero, a poner límites.  
Hay una frase que utilizo mucho "el me sabe mal". Al final la culpa me acompaña por el camino y me hace hacer cosas que no me apetecen. Ser testigo de ello, es importante por todas las veces que utilizo esa excusa para sentirme mal, lo que me lleva a ser muy dura, excesivamente dura conmigo misma. Si fuera capaz de quererme igual que me castigo, no existiría problema alguno. Y esa sensación de que yo misma me boicoteo, me duele en el corazón. Este finde, me saturé sin darme cuenta y enfermé. Fui capaz de irme en medio de una cena de cumpleaños, y aunque salió la culpa de forma intensa, fui capaz de hacer lo que en ese momento necesitaba, irme, salir de allí. La prioridad era yo, y nadie más que yo. No iba a aguantar un mal rato por nadie, era mejor la incomodez de decir me voy, no estoy bien, que el aguantar hasta el final de la cena con mis molestias físicas. Lo curioso es que no se por qué me puse malita. Puede que mi cuerpo ya no aguante las incoherencias y salte a la mínima de cambio, ¿pero poniéndose malito?. Ayer pasé todo el día en casa haciendo bondad absoluta, sin comer sólido dándole un respiro a mi aparato digestivo un poco saturado. Al principio me asusté muchísimo. Cualquier síntoma abdominal me supone una tensión que no veas. Luego, según me fui relajando, cogí confianza y pensé que todo pasaría, así que lo mejor era, tomármelo con calma y confiar que todo estaba bien. Hoy me he levantado mejor, con un popurrí de emociones que ya no se quieren callar. Es duro descubrir que en los últimos tiempos, antes de enfermar no estaba feliz del todo. Me sentía un poco desubicada, un poco perdida, sin objetivos que me motivaran, esperando mucho de fuera y mirando poco para adentro. Ahora me doy cuenta de que la dirección es la contraria, hay que mirar dentro para hacer fuera, y ahí estoy, aunque no es nada sencillo, pues vas descubriendo cosas que duelen, que cuestan de aceptar.
Otra de las cosas que me duelen en exceso es ver el poco margen que me doy, muchas veces no me doy permiso para disfrutar y me hago pequeños boicots- castigos inconscientes que me hacen polvo ¿y eso por qué o para qué?. Aix mi linda niña, que dolida estás, pero por dios, no vuelques tu rabia sobre ti misma. Vamos a aprender a querernos y no hacernos daño. Ese tiempo ya pasó. Ahora eres una mujer bella y fuerte que necesita curar las heridas y que nunca te abandonará. 

Es el inicio hacia el amor...

Conchi Gil

lunes, 25 de septiembre de 2017

Vivencias que nos marcan

Durante las últimas semanas, he estado soñando y teniendo muy presente mi estancia en una casa en la que "mal viví" más de 10 años de mi vida. En una de las décadas más importantes de la historia y desarrollo de una persona, de los 13 a los 23 años aproximadamente. Haciendo repaso sobre las cosas que pueden hayan influído en mi salud emocional, siempre me paro en una edad temprana y recuerdo con dolor la inestabilidad que me rodeaba, los malos tratos recibidos, tanto a nivel físico como psicológicos. Como fuí desarrollando la capacidad de estar en la mente y obviar ciertas emociones como el miedo, que pasar, pasé mucho, además de sentirme muy sola y desprotegida. Pero ahora que estoy intentando averiguar que es lo que más daño me hizo, lo que más me marcó, siempre acabo pensando en esa casa, esa planta baja tipo chabola, en la que tan incomprendida me sentí. Estaba a cargo de un hogar que poco se parecía a eso, pues las condiciones eran deplorables. Suciedad, falta de recursos básicos como un lavabo donde hacer tus necesidades, falta de agua caliente, una instalación eléctrica improvisada y peligrosa, unos cables colgados de cualquier manera de un extremo a otro de una habitación. Compartir esas estancias con cucarachas continuas, algunos ratones que nos visitaban de vez en cuando. Por mucho que una quisiera que eso fuera un hogar era imposible. Todo ello, unido al constante acoso vecinal, que te hacían sentir peor que cualquier bicho, en vez de ofrecerte su apoyo y compasión. Ese contexto que día tras día vivía me llevó a hacerme sentir, muy, muy sola en un mundo que parecía estar separado de mi propia vivencia. También se hacía duro el tener que ocultar continuamente mi situación cuando conocía a gente en otros ambientes fuera de las cuatro calles que rodeaban el dichoso callejón y conocían a los pobres chicos que vivían peor que los gitanos. 
En algunas ocasiones intentaba disfrazar esas cuatro paredes a medio caer con pintura barata o algo de cemento, pero no servía de nada, el problema seguía en pie. El tener un padre alcohólico y ludópata no ayudaba y aprendía a sobrevivir con los pocos ingresos que me daba semanalmente para comprar la comida. Era un milagro como se podía alargar el poco dinero que nos dejaba, mientras él se fundía todo en cuestión de pocas horas. 
Me puse a trabajar muy pronto, antes de lo reglamentario y mi padre generoso me decía que eso era mío, aunque cuando se había gastado lo suyo me achuchaba para que le diera algo extra de lo que ganaba, sino me castigaba o se enfadaba enormemente y era bastante incómodo de soportar. 
Hoy en día, no se que es peor, si los maltratos o el vivir sintiéndote muy poca cosa. El disponer de un hogar saludable es algo fundamental en temas de protección. Pero ¿cómo no iba alevantar muros en esas condiciones? Después de vivir de forma normalizada durante bastantes años, ahora tengo que hacer limpio de todo eso que viví y dejo tanta huella que mi cuerpo aun grita. 

sábado, 23 de septiembre de 2017

¿Cómo me siento?

Después de pasar la mayor crisis física que he vivido, unos momentos en los que no sabía si podría sobrevivir o por lo contrario, sería el momento para ir despidiéndome de este mundo terrenal. A la que recobré un poco la energía, me sentí renacer, con mucha ilusión y con esperanza, pues parecía algo imposible. Esta semana he pasado por la tercera sesión de quimio, con lo cual, el siguiente paso es realizar el Pet-Tac y evaluar las posibilidades de poder pasar por quirófano. Lo cierto, es que me siento llena de miedo, tanto a que me operen, como a que me digan que no hay posibilidad. Y no quiero adelantarme, no quiero desperdiciar cada segundo que tengo por delante, pero un sentimiento muy intenso se ha apoderado de mí. Este finde es la Mercé y me gustaría ir a las fiestas y rodearme de vida, pero la energía no me acompaña del todo, o quizás es el miedo, la parálisis que me frena. Me siento tan paralizada, como si mi vida estuviera totalmente condicionada por esta circunstancia que me condiciona, me frena, me limita. Aunque en el fondo creo que igual la que más me limito soy yo misma. Al igual que he podido limpiar mi casa, hacer el baño, poner una lavadora, ¿por qué no voy a poder ir al centro de la ciudad un rato y disfrutar del ambiente? ¿qué es lo que tanto miedo me da? ¿qué me puede pasar, qué me cansé? Pues busco un banco y me siento. Pero estar todo el día en casa no me está ayudando. Otro sentimiento muy intenso es una gran sensación de soledad, me siento muy sola y eso me pone muy triste. A la vez, no me apetece estar acompañada por cualquier persona, sino por esas que me puedan aportar alegría, vitalidad y no me pongan la cabeza llena de historias absurdas. Hoy he intentando quedar con varias pero no ha cuadrado. ¿Será que me toca estar sola y recapacitar? Encima, mi gran acompañante, mi amor, le toca trabajar. Con él es más fácil, aunque también siento algo de dependencia hacia él y eso tampoco me hace sentir en paz. Ahora mismo siento que todo cambió... ¿dónde está mi vida? ¿por qué ha "desaparecido"?. Quiero recuperarla, quiero comenzar a vivirla nuevamente. Quiero salir a la calle con la despreocupación de que todo va bien. Siento algo de envidia por las personas cuando las veo tan relajadas, tan ajenas a la preocupación que supone que tu vida esté en peligro.
Por primera vez lloro desde el alma, con una intensidad casi desconocida, haciendo limpieza de todo el dolor que llevo dentro desde hace tanto tiempo... Tengo la sensibilidad a flor de piel, tanto para la nostalgia como para poder sentir cualquier cosa que me rodea, y eso es bueno, pues lo bonito es impresionante de hermoso, la música llega más rápido al corazón y se apodera de mi cuerpo que es capaz de moverse al ritmo con suavidad.
Así me siento hoy, así estoy, conociéndome a un nivel que no dejaba experimentar, esa también soy yo, esa igual soy más yo que nunca. Igual es el paso que necesito para comenzar a ser feliz de manera auténtica. Algo está cambiando, bienvenidos sean los cambios que necesito experimentar para realmente ser FELIZ.

miércoles, 6 de julio de 2016

Hablando a esa parte llamada ENFERMEDAD

Hoy he comido con una amiga terapeuta y me ha hecho una revelación. Todos tenemos alguna parte de nosotros que no nos gusta o nos cuesta de aceptar. En mí caso, diríamos que se llama enfermedad. Como mi inconsciente se comunica conmigo mediante ella. Es cierto que siempre he observado que mi cuerpo psicomatiza mucho. Cuando estaba estresada o tenía algún disgusto gordo, enfermaba. En momentos de contradicción interna cuando hacemos algo y queremos hacer otra cosa es muy frecuente que nuestro cuerpo se queje. Cuando nos tragamos la rabia, un enfado o no perdonamos alguna cosa pasada.
Mi amiga me ha mostrado mi polaridad. Una Conchi muy energética, con muchas ganas de vivir. Alegre, optimista y llena de curiosidad por la vida...Y otra Conchi, con miedos inculcados, indecisa, enfadada, que habla por boca de la enfermedad, que sale con furia por no ser escuchada y aceptada. Ante mi silencio hace ruido y esta vez, lo ha hecho con toda la orquesta.

Hoy voy a hablarle a ese miedo, a ese sentimiento que se expresa a través de la enfermedad. Le voy a contar como me hace sentir y le voy a preguntar ¿por qué sale? y ¿para qué?.
"Compañera enfermedad, tengo miedo, mucho  miedo a morir.  Esta vez te has pasado, pero será porque me hacía mucha falta parar, escucharme y dedicarme la atención suficiente como para sanar las heridas. Te acepto como elemento de crecimiento, aunque me enfade contigo por el duro golpe. Te veo, y te pido me dejes tranquila. No hace falta ya más ruido, no hace falta este mal. Necesitabas que hiciera algún cambio y en ello estoy. Aunque tenerte en la sombra me sigue asustando. Ya no hace falta que grites.
Querida compañera de aviso, agradecida estoy por todo lo que me has hecho ver, eres una parte muy importante de mí que hace lo que puede para hacerse ver. Te veo y te acepto,  pero quiero vivir y tus gritos a veces no me dejan. Ya no te necesito para buscar el cariño de los demás. Ya no te necesito para tomarme un tiempo de descanso.  
Querida compañera, nos negamos la maternidad hace mucho tiempo y saliste tú ante esa promesa. No quiero ser madre. Y así ha sido. Por eso hoy te pido me dejes seguir mi camino, creciendo, consciente. Mostrando todo mi cariño a todo lo que soy.
En la vida de una persona hay una herencia que puede expresarse de muchas maneras, hagámoslo desde la vida y la alegría. Me has dado una oportunidad de cambio y la quiero aprovechar. Gracias a ti he retomado cuestiones que tenía olvidadas, me he conciliado con muchas personas y he conocido en mi nuevo camino a otras que me enseñan otra manera de ver la vida. Para poder verte a ti, antes me he tendido que ser capaz de contemplarme en mi totalidad. Y no creas que me ha gustado todo lo que he visto pero por lo menos soy más capaz de aceptar y analizar todo lo que soy yo, con el objetivo de crecer y sobre todo, de ser más feliz. Es cierto que la felicidad hay que buscarla dentro nuestro, fuera sólo es una nube que nos engaña y de vez en cuando nos da algo de lo que necesitamos, y no hace ver que puede que sea eso el ser feliz. Ahora estoy convencida de que si nuestro filtro de las emociones está desordenado, lleno de interferencias; las cuales sentimos pero obviamos pues no nos gusta ver la parte fea de nuestro interior, y vamos mirando para afuera, vamos comparándonos, con todo y todos, haciendo oídos sordos a las señales. Esas diminutas señales que nos hablan y son nuestras amigas salvadoras de catástrofes más gordas, pues llega lo que tanto tememos. Un punto y coma que te deja ko. Es un paréntesis para estudiar las lecciones que te has ido saltando y por suerte, tienes una segunda oportunidad de poder hacer las paces y buscar ese punto de equilibrio entre tú, tus emociones y tu entorno. 
Querida compañera, aquí estamos ambas. Dos caras de la misma moneda que deben aprender a escucharse. Portate bien conmigo, pues estoy aprendiendo. Ya no te necesito más. Te doy las gracias por esta oportunidad de cambio."
 
 
 

martes, 28 de junio de 2016

Unas reflexiones de diario

Desde que se acabaron todos los tratamientos y las pruebas van saliendo bien no escribía sobre cómo estoy. 
Resulta mucho más fácil el contar los descubrimientos que vas realizando dentro del proceso que poder explicar, cómo me siento hoy. 
Las sensaciones que te quedan después de estar en plena lucha por estar bien, por sobrevivir a todas las incursiones a las que está sometido tu cuerpo, son un montón y totalmente desconocidas y sorprendentes. 
Todo el mundo me pregunta si estoy contenta por estar viva, y  ¡sí, claro, por supuesto! Estoy tan contenta de lo bien que ha ido todo, que me da miedo. Parece que no sepamos merecer tanta alegría. Bueno, parece que no acabo de creerme lo afortunada que soy. Me sorprendo a mi misma con mensajes de miedo que imagino será normal por el momento en el que me encuentro. Estos mensajes en ocasiones me obligan a parar, mirar hacia dentro y dedicarme unos momentos para volver a mirar la luz del sol y agradecer el poder verla cada día con ese brillo y energía,  agradecer el poder disfrutar de cada instante. 
Dentro de mi cuerpo hay una marea de sensaciones. Hay una sensibilidad a flor de piel, una sensación de plenitud con las cosas cotidianas. El quedarte mirando a tu gata espachurrada en el sofá, con esa tranquilidad de no tener prisa, de estar donde le apetece, me reconforta. El ver entrar los rayos de sol por el ventanal del comedor, me da alegría. El estar en mi hogar conscientemente me hace sentir protegida, arropada. El acercarme por la espalda de mi chico y besar su piel desnuda,  mueve la ternura. El mezclar con paciencia los ingredientes en la elaboración de un bizcocho, me relaja. El saber dejar las cosas para mañana y no tener prisa por acabar, me confirma un cambio. El subir una montaña hacia un destino marcado me da vitalidad. El mirar a través de los cristales a la gente disfrutar en la piscina, me ofrece opciones. Sentir el agua al caer en la ducha tocando mi piel, me conecta. Barrer el suelo de mi casa y verlo limpio, me hace más liviana. Ser capaz de escribir y escribir, conecta con mi yo más profundo, me libera. Mirar sin prisas, sin esperar nada, me hace ver una desconocida que me enamora. Preparar mis infusiones, sentarme relajada con mi taza, me hace sentir totalmente satisfecha, triunfadora. Si miras con detenimiento la cotidianidad es mucho mejor que un cuento, que una película de aventuras. Está llena de detalles; olores, sonidos, color... 

Envuelta en una niebla suave me encuentro, como en un sueño o la presentación de una película de miedo. Muevo mi mano hacia ella y...

Descubrimientos, descubrimientos. A veces no sé muy bien quien soy. Lo que está claro es que soy una nueva yo. 
Cuando pongo mis manos sobre mi propia piel, siento mucho amor. Un amor dulce con algo de tristeza por no haber sido capaz de quererme así antes. Está claro,  debo pasar ese duelo, debo despedir a esa niña dolida y triste que se pensaba de manera tan profunda que nadie la quería, que a ratitos,  ni se quiso ella. Adios mi niña. Siempre estarás conmigo, yo te colmaré de besos, de abrazos y de todo el cariño que necesitas. Ya no estás sola, estamos juntas en un presente rico en vivencias, dulce en amores y fresco en esencia. Deja de lado el dolor pasado. Ya no tiene sentido seguir con los mismos miedos de la infancia. Mi niña bella, ya no estás sola. Curaremos tus heridas con el amor que necesitas. Sonriendo te veo por el camino con la alegría que siempre lleva tu corazón. Sin esconder las penas les diremos adiós, aceptando una nueva vida que nos ha sido concedida. Daremos gracias a todo el mundo, a lo físico y lo divino. Cada vez que tengamos miedo, nos fundiremos en el abrazo que hoy relato. Recordaremos todas las cosas buenas que nos pasan al día y pararemos a ver los segundos que conforman ahora nuestra vida. También moveremos emociones a través de acciones deseosas. Cantar y bailar, serán parte de esta nueva vida, cantando sacamos y bailando curamos. Compartiendo todo lo rico del cariño de un dulce encuentro con quienes te aman y tu admiras. Si tú quieres, la vida es bella. Borremos los malos momentos como una lección leída y aprobada que nos ayuda a ver el camino hacia otras nuevas experiencias. Ahora con gafas nuevas me veo más bonita.

GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS




lunes, 29 de febrero de 2016

Colorín, colorado este cuento ha comenzado

Erase una vez....una joven que como todas las protagonistas de los cuentos tiene una historia especial que contar. En este caso, se podría decir que se parece más al relato de la cenicienta ya que a una edad temprana, se tuvo que ocupar de todos los quehaceres del hogar familiar, de dos lindos niños y aunque residía con su padre,  se sentía sola, abandonada y algo incomprendida. En su hogar no existía la imagen materna, más de lo que ella misma intentaba imitar.  Ese amor materno del que constantemente se habla, quedó truncado por la incapacidad del sistema social de tratar algunos de los  problemas de salud mental que existían en esas décadas. Del mismo modo,  en muchas y repetidas ocasiones, dentro de las familias se intuía que pasaba algo extraño, cuando uno de sus componentes tenía comportamientos raros y fuera de lugar de forma constante. Lo adecuado en esas circunstancias, era hacer ver que no pasaba nada, pero lo cierto es que si que pasaba y normalmente, las víctimas dentro del círculo familiar, son los más dependientes, en este caso, los hijos. Así pues, la madre de "Conchicienta" metida en su nube (imagino yo, también incomprendida), hacía la mayor parte de las veces de madrastra,  hasta que un día desapareció con el sueño de volver a ser una jovencita en edad de flirteo y se marchó por el mundo en busca de las aventuras que su mente le imponía. Conchicienta de inicio se sintió aliviada pues eran muchos los malos ratos que le había hecho pasar, pero también sintió una rabia en el pecho que le duro unos cuantos años y en lo más hondo, echaba de menos tener una madre. Su corazoncito lloro en un silencio que ni ella era capaz de escuchar.
En ese contexto, de pobreza emocional y material en el que se encontraba, era normal estar enfadada, ser adolescente y sumar tantas emociones difíciles de gestionar no era cosa fácil. Por suerte, en su camino iban apareciendo "hadas amigas" que por temporadas le recordaban sus potenciales y eso le hacia surgir un deseo de que algún día pasaría algo que le cambiaría la vida. De mientras, seguía barriendo su humilde hacienda mientras soñaba con la normalidad, sumergida en cierta conformidad. Lo que ella aún no sabía era que el cambio estaba en sus manos y no de algo externo, pero en ocasiones las circunstancias son tales, que no la dejaban ver más allá de su escoba.
Pasada la adolescencia en su vida apareció un "supuesto principe". A la edad de 19 años la belleza es algo prioritario en la atracción a posibles candidatos al amor, y el aparecido, era guapo, guapísimo. Conchicienta con su baja autoestima, alucinó al ver que un chico tan hermoso se había fijado en ella, se sintió princesa y quedó totalmente encandilada de pura apariencia. Poco a poco, se fue centrando más y más en la relación con el caballero azul, casi tanto que no sabía donde empezaba ella y acababa él. Pero por suerte, toda alma buena dispone de un reloj destino que te marca la hora de hacer un cambio. En este caso,  no era a las 12 de la noche tras una fiesta, sino que tuvieron que pasar tres años y medio y una mili de ausencia del muchacho para que a su regreso, el bello príncipe se convirtiera en una enorme y hueca calabaza.
Un día mientras Conchicienta estaba barriendo la puerta de su casita, encontró una moneda de oro y pensó en que se la podría gastar. ¿En algo delicioso de comer? ¿En una prenda de ropa de moda? Noooo, fue y se apuntó a un gimnasio donde descubrió lo divertido y satisfactorio que es hacer deporte y no sólo eso, sino que averiguo algunas de las facetas más auténticas de su personalidad y lo apta que era a nivel deportivo. Esto le subió tanto su autoestima que empezó a poner en duda su situación. El ser ama de casa con sus sueños pajaritos estaba bien, pero soportar a los ratones que nunca iban a ser hermosos caballos colmo su paciencia. Quería ser una persona culta, vivir en una casa cómoda donde no hubiera lugar para zoológicos de insectos no invitados, tener una profesión. Ahora ya no le impresionaban los chicos sólo por su apariencia, sino que buscaba un buen compañero.  Aunque como Jasmín desde el ideal romántico, seguía buscando a su Aladdín.
Con el paso del tiempo, a ConchiCIENTA se le fueron cayendo letras según iba consiguiendo sus propósitos vitales. Una A cuando consiguieron mudarse de casa ella y toda su familia; una T cuando se consolido como entrenadora deportiva; una N cuando rompió el rol familiar y tuvo la oportunidad de vivir su vida siendo ella misma; una E cuando fue capaz de comprometerse a nivel emocional; una I cuando terminó sus estudios de sociología y pudo ejercer como tal y una C cuando ha aprendido a querer y perdonar,  y sobre todo a quererse y perdonarse. 
Para llegar hasta aquí, a veces tiene que salir un genio malo de la lámpara de la vida, pero está seguro, que si le pides un deseo desde el amor (que todo lo trasforma), lo malo muchas veces se convierte en la oportunidad de nuestra vida.
Convenciendo a "Calvanieves"

Y no puedo terminar mi cuento sin decir eso de y fueron felices y comieron perdices, aunque en mi caso, mejor el pavo a la plancha o una caballita rica, en catalán  llamado Barat. Ah, y sin presentar a mi "principe real" y su "modus operandi de conquista". ¿Quién es ahora  Adan o Eva? No puedo resistirme.

Sonriendo tras la conquista. 






lunes, 21 de mayo de 2012

Mi amiga RAMONA

Era una día de esos cualquiera. La única cosa excepcional que me había ocurrido era la visita de una querida amiga en casa. Una vez terminada la velada, por amabilidad bajé a acompañarla hasta donde tenía su vehículo y cuál fue la sorpresa cuando en medio de la acera surgió un ser diminuto y nervioso que se acercaba a todo ser viviente que le hiciera un poco de caso. En vez un gato parecía una ratita curiosa y rápida salida de un contenedor. En el primer instante, miré que detrás de ese ser tan gracioso no viniera alguien poseedor. Al parecer no era así. Estaba solita, aventurera y falta de cariño. En tal se me puso delante no pude evitar cogerla, cosa que me condeno a no poder soltarla y de nuevo dejarla en la aventura de una noche busca afecto. ¡Vaya conquistadora era doña Ramona!

En breve estaba metida en mi cama como si fuera algo de lo más cotidiano. Era una bicha insaciable de juego que daba alegría y movimiento a la soledad del cuarto, pues su energía era inagotable.
A mi mascota le había salido una competidora, pero hasta el gato con más lustre, cayó en las gracias continuas de una gatita huérfana de buen carácter y energía reciclada.

Ramona, le puse Ramona, porque tenía tela la gata. Vaya bichina la gatuna.

Al cabo de pocos días le conseguí unos nuevos dueños. Me costó muchísimo despedirme del encantador bichillo. Al día siguiente de su marcha los llamé para ver qué tal andaba y les pregunté que nombre le habían puesto, Luna me dijeron y no se muy el por qué, me sono que ella no podría llamarse así. Era "doña Ramona", a la que hoy le dedico este escrito. Un ser que durante breve tiempo, nos conmovio a todos los que viviamos en el piso simplemente con su simpatía y travesuras. Fíjate, yo hoy aún no la olvido.

lunes, 14 de mayo de 2012

Tema social. Breve reflexión

De siempre, no entiendo muy bien el por qué, ni si es cierto (pues todos caemos en esteriotipos), los/as bibiliotecarios/as tienen fama de ser un poco "suyos" en su quehacer. Lo cierto también, es que durante un tiempo estudiantil tuve muy buen trato, aunque duró bien poco, con uno de ellos,  que era la mar de majo y aplicado. En la actualidad, ya acabados mis estudios, he ido en varias ocasiones a la biblioteca donde ocupa su puesto de trabajo y es curioso, ha adoptado la "típica" actitud de muchos de los personajes que se ocupan del bienestar de la cultura bibliográfica pública y pasa desaperdibido simplemente por la falta de saludo o reconocimiento de esos días que un día dedicamos a la charla espontánea y que hasta parecía que nos caíamos bien, y no es falta de memoría, no, es un rol.
Por lo visto, queda claro,  que con esta brevísma experiencia no puedo justificar que cuando entramos en una biblioteca pública lo ideal no es necesitar ayuda de los trabajadores, pues aunque no te la niegan, parece que les cae como un tiro tus pequeñas incógnitas. Nunca se quejan, pero su mirada te dice "aquí la autosuficiencia es un elemento fundamental si quieres seguir gozando de estos servicios", al preguntar tienes la misma sensación que cuando comienzas los estudios universitarios "Sálvese quien pueda", aquí no nos andamos con chiquitas, esto es la cuna de la cultura, los que no dén el nivel...que se vayan!

He sido rata de biblioteca durante muchos meses, quizás años. Me gusta estudiar, leer, aprender en el ambiente bibliotecario. Es el único lugar donde realmente soy capaz de concentrarme . A la bilbioteca de mi barrio he ido, uno, dos, tres...doscientos días, y siempre había la misma chica que me atendía con cara de pocos amigos. Día trás día, intentaba ser amable, intentaba hasta que hubiera un pequeño gesto de confianza con esa persona que mes tras mes me atendía. Me la encontraba en el bus, en la calle, en alguna tienda pues nos movíamos en ambientes similares y nunca hizo el gesto o la intención de hacer ver que nos conocíamos. Y si en algún momento yo lo intentaba, era una negativa despreciativa donde la indiferencia ante cualquier gesto vencía a mis buenas intenciones.

Hace unos días, después de meses sin ir a la biblioteca del barrio me entraron ganas de echar un vistazo a la oferta de la bilbioteca en cuestión de libros y cine. Me encaminé como siempre, con esa sesación de aprender, de descubrir nuevas ideas, nuevos pensamientos. Una vez dentro, estuve un rato eligiendo películas y hasta cogí un par de libros sociológicos. Al ir al mostrador me encontré con mi vieja compañera de días de estudios, la bibliotecaria hostil con la que había aprendido que no debía gastar demasiada energía con actitudes amistosas. Hizo su trabajo de forma habitual y al entregarme el último libro hizo una pausa y con una medio mirada me dijo: ¿Haces pilates? ...es que te he visto en una página web y al verte pensé...conozco a esta chica de la biblio...

Resulta que debido a mi trabajo como monitora deportiva, han colgado unas fotos de un centro donde he colaborado en varias ocasiones y que un día de formación nos estuvieron fotografiando.

El poder de los medios de difusión han conseguido que una persona que me trató durante meses como una desconocida, como una devoralibros sin más valor, se dirigiera a mí con devoción al verme colgada en una web de un centro de pilates donde ni siquiera estoy trabajando, hay que ver la contradicción...

Al salir en seguida me planteé qué estaba pasando. Desde siempre me ha dado más confianza el ver a las personas en directo, es más dificil que te engañen, es un esteriotipo más sincero y más sencillo de valorar. No me fiaría de la imagen filtrada en los medios de difusión y comunicación donde se vende un producto, una imagen de algo que interesa resaltar pues da dinero u otros intereses.
Tras esta experiencia me quedé pensativa, muda. Durante unos segundos fuí parte de un producto que era valorado sin conocerme, pero sobre todo, por alguien que no quería conocerme hasta que salí en una página que descubría algo que en su totlidad no soy yo, que fué casi por casualidad.

Ya sé que no es para generar un drama, pero ese concepto, esa voloración no me gustó. Las personas somos el día a día y no los productos que mediante el afán publicitario crean de nosotros. Ser guay solamente no te hace más feliz, ni más auténtico, ni más tú. Prefiero ser anónima y pasar desapercibida.

martes, 6 de diciembre de 2011

Hoy dicotómico

SENSIBLE

Sensible, hay días sensibles donde parece que se te caiga encima un muro de hormigón y te oprima el pecho. Sientes latir tu corazón, tan fuerte que parece que salga del pecho. Escuchas música en tu cabeza y tienes ganas de gritar. Te gustaría experimentar que es volar, que tu espíritu salga de tu cuerpo y vuele, lejos, libre. Te sientes un poco extraña, pues todo te desborda, todo te afecta, todo te asusta. Igual no son días para poder entender, son días para dejarse llevar. Una buena música, mejor compañía, una copita de vino y a disfrutar de una charla, o quizás del silencio acompañado, que tan productivo puede llegar a ser.

MIEDO

Exigencia personal que te deja caos. Miedo irracional a no llegar. Miedo, miedo. Provoca dolor en mi estómago y opresión en mis pulmones. Anula mi alegría y nubla mi mente. Me hace olvidarme de cómo soy, de lo capaz que soy de afrontar mil cosas. Pero ahora ya te he descubierto…voy a por ti, no dejaré que me venzas y me anules, ni me hagas sentirme pequeña e incapaz.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

CON- CIENCIA


Noviembre del 2011
Uno, dos, tres…
Una se pregunta cuando comienzas a verlo todo claro. Puede que la mente desarrolle mecanismos de ocultación de la verdad, puede que el órgano más perfecto y distinguido no fuera capaz de asimilar una información, que según valores en consonancia con su dueña negaban el abandono al que era expuesta desde que nació.
La creación de la realidad, nuestra realidad, está totalmente condicionada por las emociones, por las necesidades con las que venimos a este mundo. Aún no sé si existe un código de barras que distingue el adn de los que se denominan supervivientes a situaciones de extrema inestabilidad y que con coraje se agarran a la vida sin perder la oportunidad a ser felices,  la oportunidad a buscar su felicidad.
Hasta hace bien poco, no sabía que era eso de ser superviviente. Me creía que dentro de la historia que me tocó vivir, hice lo que todo el mundo hubiera hecho, echar “palante” con todos los recursos que mi entorno, mi contexto me dejara aprovechar. Hoy me siento mayor, bueno.., más bien madura de mente y tranquila de espíritu (relativo a la emoción). Me ha costado un gran esfuerzo ver que merezco muchas de las personas y cosas buenas con las que me encuentro en mi camino. Ya no les doy un significado mágico en el cual parece que sea la suerte la que me favorece, sino que intento valorar el esfuerzo que he ido reuniendo a lo largo de los años para poder ser yo.  Ese yo consciente y despierto que ahora por fin entiende su afán por estar contenta, por intentar ser y estar.
Existen momentos en la vida de una, que no te queda margen para autoreconocerte, no hay tiempo para hacerse preguntas de niño o adolescente. Tu tiempo queda absorvido por responsabilidades que nadie te ha enseñado a sobrellevar y las asumes con tanta naturalidad que parece que sea tu destino. Desde el vacío te gritan: “Tú eres la cuidadora de quienes te necesitan”  y sin poner en duda el oficio, obedeces. Durante largo tiempo, no piensas en tus necesidades, no te las planteas pues parece que a ti eso no te corresponde. Tienes otra misión. Por suerte, la inquietud que siento por la vida me ha dotado de la suficiente curiosidad para poner en duda mi destino y crearme uno, más real y acorde a mis necesidades.
Desde hace  poco, comencé el trabajo de autoreconocimento y descubrí, más bien, muchos miedos e inseguridades pero también, muchas ganas de comenzar a ser coherente con mis necesidades y hacer las paces con mi pasado, aunque aún esté muy presente. Para ello,  el primer paso es aceptar que una no debe responsabilizarse de actos ajenos, los cuales salen fuera de su control y asumir que los demás también eligen vivir como lo hacen y ser como son. En estos casos, siempre podemos estar cerca de los que nos preocupan y recordarles que los queremos pero que no asumiremos sus errores pues está en sus manos hacer las cosas diferentes.
La conciencia nos ayuda, pero ante los primeros rayos, cerramos los ojos pues son demasiado reveladores y nos hacen daño. Luego nos ponemos las gafas del aprendizaje que nos dan la capacidad de filtrar racionalmente los hechos difíciles y llevarlos sin tanto peso, hasta quizás, nos ayuden a ser más tolerantes y buscar el camino de una comunicación más flexible con nuestro conflictos.
...cuatro, cinco, seis...








domingo, 7 de agosto de 2011

¡Y PUNTO!


Vemos como el concepto “punto” dentro de su sencillez alberga infinidad de posibilidades.
“Del latín  punctum, es una señal circular normalmente de dimensiones pequeñas que es perceptible en una superficie por contraste de color o de relieve”

Partiendo de esta definición, podríamos empezar pensando que un punto nace de la visión de una línea que se extiende al infinito mirada desde un extremo. Siendo así, podemos presuponer que es la breve cara oculta de algo que no tiene fin. Sí especulamos, podríamos suponer que “ser un punto” usado como sinónimo,  sería la persona que muestra solamente lo absolutamente necesario de su persona,  de sus infinitas capacidades o cualidades como para ser reconocido y  de esta manera,  existir.  También se podría decir que sufre de falta de reconocimiento pues nadie se ha molestado por mirarla con el suficiente detenimiento como para ver su inmensidad, un pequeño cambio de perspectiva valdría para perder su inmóvil escondite.

Por otro lado,  podría significar llevar la función intrínseca de unirse irremediablemente a algo, a alguien. Esto nos puede servir como aprendizaje vital o como excusa para no tomar decisiones, responsabilidades y dejarnos llevar. De cualquier manera, nuestro desarrollo vital  se nutriría de la interacción con diversos elementos, ya pueden ser personas o cosas.
En sí, hablamos de la sociedad, donde cada cual adopta el rol que mejor le funciona, y sí lo pensamos bien,  la realidad es que nunca dejamos de ser un punto dentro de la enorme red social. Ya sea de modo dependiente, ya sea con iniciativas alternativas. Unos absorven las responsabilidades ajenas, otros se enganchan como lapas a las dinámicas vitales del resto, ya sea mediante relaciones afectivas, el trabajo, los estudios, etc. Desde este punto de vista, la interacción es vital para entender nuestra razón de existir.

INDIVIDUALISMO, DISGREGACIÓN, SOLEDAD, INSOLIDARIDAD, AISLAMIENTO

 Versus

SOCIEDAD, INTERACCIÓN, UNIÓN, RED, EXISTENCIA

De otro modo, tener puntos” siempre podría referirse al resultado de esos dichoso  poritos negros que a todos nos han salido alguna vez, llevar un jersey divertido, o padecer una dolorosa sutura quirúrgica, pero sería demasiado fácil.
En la línea de este texto,  pienso que puede ir unido a la idea de tener un valor añadido.  Visualizo una cartilla valorativa llena de rayitas impuestas por los demás. Puntos, puntos, puntos. Ser simpático “10 points”, seguir el patrón físico de moda “10 points”, etc. De esta manera, son los demás quienes reconocen nuestros méritos, nuestras cualidades innatas y las cultivadas en total interacción con un sistema social aprendido e impuesto que marca lo que merece un punto y lo que descalificar.   Desde este punto de vista, parece que la meritrocrácia reina en nuestro sistema y que las acciones humanas quedan sometidas a las necesidades o peticiones sociales dominantes, pero sería un error no contemplar el factor individual, como persona pensante y autoconstructiva que tiene la capacidad de elegir y de autovalorarse. Que participa en el juego social de modo consciente y reflexivo, diferenciando las reglas sociales de sus acciones como individuo.
No todo es una valoración externa, no todo es autorealización.

MERITOCRÁCIA, CONSTRUCTIVISMO, CONCIENCIA, REFLEXIÓN, SISTEMA E INDIVIDUO




miércoles, 6 de julio de 2011

¡No estás sola!

5 de diciembre del 2010

Asustada, me levanté de la cama. No recuerdo si me vestí o no. En esos momentos no era lo prioritario. Salí corriendo dejando la puerta detrás con un fuerte portazo. Me enfilé ante las largas escaleras de caracol. Mientras bajaba de dos en dos escalones, daba la impresión de estar metida en un embudo sin fin. Los escalones se enroscaban en mis pies de manera descompasada al ritmo de mi respiración entrecortada. Seguía preocupada. La idea de perder mi sombra me hacía sentir sola, triste, vacía, sin sombra. Quizás le daba demasiada importancia pero debía remediarlo.
Por fin, salí a la calle. El día se presentaba nublado, completamente encapotado. Pensé que eso era bueno, pues por lo menos me ahorraría tener que aguantar las presumidas y juguetonas sombras ajenas. De esta manera, deduje que la pérdida sería más llevadera.  Por el momento, no me atreví a mirar al suelo, antes debía consultarlo con una persona experta de plena confianza. Un día alguien  me dijo que  las cosas compartidas se encajan mejor y me dio su dirección.  Manzana tras manzana intentaba pasar desapercibida y a la vez ser veloz, muy veloz, pues no podía soportar pasar demasiado tiempo sin sombra.  Aún no era tarde para recuperarla.
Al girar la última esquina me enfrenté al pequeño callejón donde me ayudarían a entender los motivos de por qué se puede perder la perspectiva y un día, se dejan de ver cosas vitales. Piqué a la puerta, tuve que esperar fuera al menos cinco minutos hasta que se abrió. De nuevo bajo escaleras pero esta vez con serenidad. Ya sabía hacia donde y para que había venido. Recupero la tranquilidad. Paso a un salón cuadricular en el cual destaca un jardín al fondo que le da un ambiente natural, armónico. Tras una pausa,  de repente siento una voz que dice:
»        Sé el motivo por el que estás aquí  y entiendo como te sientes. No temas,  tener la necesidad de apoyarse en otra persona no es síntoma de debilidad. El aprender a pedir ayuda forma parte del crecimiento del ser humano...
Esa voz amistosa me daba confianza. Continuó diciendo:
»        Durante mucho tiempo te has negado emociones, necesidades. Has sido víctima del temor a descubrirte. Nadie te enseñó a confiar en los demás, y hoy vienes ¿por qué has perdido tu sombra?
Silencio. Y continúa:
»        … cada temor una piedra, cada dolor…
El posterior silencio delató que lo de la sombra no era más que una consecuencia de falta de visión. Las enormes murallas que había construido alrededor de mí persona me habían cegado, me habían aislado. No era noviembre ni tampoco 1989 pero para mí, como para los berlineses en esas fechas, fue el principio de la liberación.  Piedra a piedra se destruyen las murallas que nos excluyen de sentir que fuera hay otra vida. Otras vidas.
Este escrito lo dedico a todas las personas que diferentes a mí, en su compañía no me hacen sentir nada extraña. Hacia ellas tiendo mi mano y acepto su hombro amigo.


domingo, 3 de julio de 2011

HOY ME QUEDÉ

8 de noviembre del 2007

Parece absurdo  encontrarte mirando un objeto que no tiene más vida que las luces de la pantalla. Mirando para qué, esperando qué…
Hoy me quede, quieta esperando algo sin saber el qué. Hoy me quedé, introspectiva pensando que estaba sola, que solo yo apreciaba mi silencio y me sentía bien, y me sentí nacer. Hoy me quedé, y más adentro que nunca empecé a entender. Hoy me quedé, tristemente contenta, alegremente angustiada. Hoy me quedé, y ya no pensaba, en el hoy, en el ayer…Hoy me quedé, con ganas y sin nada, sin nada del ayer. Hoy me quedé, absorta, lela, optimista, y a la vez emotiva. Hoy me quedé, sin saber muy bien por qué.
Escribir sin sentido puede que sea lo más elocuente que me sucede en momento de no saber muy bien el qué.
Vuelvo, sigo, estoy...

ESCRIBIR SIN PENSAR

7 de abril del 2008
1.     
La vida nos inunda de pasión como un rio que baja incesante por la montaña.
Nos hace recordar que estamos para algo con el simple hecho de poder respirar.
Simple nunca es la vida, menos aún el respirar.
2.     
Siento tu aliento cerca de mi cuello. Necesito mezclar tu olor con la aroma de la mañana. Oír la música y recordar, escuchar el viento y llorar. Nadie es perfecto. Mi memoria hace estragos en mi alma por quererte olvidar. Calor en las manos. Mirada que clava sensualidad. Ya no estás. Ya no te oigo respirar...
3.                  
Salir corriendo, subir montañas, escalar las más grandes emociones cuando vas por la calle y   miras a un desconocido y...te reconoce. Búsqueda de pasión sin compromiso. Búsqueda de la calidez de la confianza. ¿Qué es mejor, cubrirse con tu paraguas de toda la vida o dejar que la tormenta moje tu cara? Todo depende del calor de tu corazón, de la inquietud de tu alma, del frío de la calle, de la necesidad de no mirar más que las rayas que te protegen de un mundo que la moral castiga, pues no se puede llevar el paraguas abierto sobre la cabeza y mojarse la cara al mismo tiempo...
4.     
Hablar del amor como del viento. Pues sólo se puede sentir, nunca ver. Tan sólo retratado sobre los demás se insinúa, a veces con elegancia, otras con la fuerza del huracán. Se proyecta desde el exterior hasta colarse por los huequecitos que dejamos en el corazón, de una puerta, en las esquinas, en las grandes explanadas solitarias que los buscan. Allí la soledad espera con sus silbidos alegres, su grato vaivén en la larga madrugada. De día es más fácil pues el sol la acompaña. A través de la luz le enseña lo objetivo, todo un mundo visual lleno de color que sin el viento, piensa ella, no tiene vida, pues le falta movimiento. La alegría del no ser visto, del sentir, de la improvisación instintiva es lo que nos hace, grandes, hermosos y a su vez, inseguros y desconfiados. Pues soñamos con tener sueños y al vivirlos deseamos despertar...

LA CAJA DE PANDORA


3 DE FEBRERO DEL 2008
Siempre presumo de ser una persona emocional y apasionada. Orgullosa de ser una superviviente ante las desdichas que por “cosas de la vida” me han tocado vivir. Hago memoria y recuerdo las palabras de mi padre: “Hija, eres la persona más sensata que conozco. A ti te ha tocado pasar lo peor, puedo entender que necesites siempre espacio, después de todo...”. Han pasado muchos años con ese lema, pero un día de golpe, sucede algo. Tú que te ves tan madura, tan fuerte y ante una simple pregunta te hundes en el silencio, no puedes gesticular palabra. Por lo contrario, tu mente está gritando desde dentro tan fuerte que te deja sorda. Ahora estás muda y sorda. Mil emociones, mil deseos, mil temores, todos aprisionados en la boca del estómago. Te anulan. No puedes pensar. Te avergüenzas pero no quieres huir. ¿Odiosa contradicción, por qué no me dejas actuar? Horror, sentirse totalmente desprotegida, sola, avergonzada, igualmente decepcionada y sin poder actuar con normalidad. Ser tan pequeña y meterse tan para dentro que casi no eres nada, no existes, ya no estás.  Desde el fondo de tus latidos, una voz: “Déjame salir, déjame vivir, despierta y no digas nada, sólo haz”. Sentía vértigo. Miraba al frente y no veía nada. Intentaba tocar y se escurría entre mis dedos. Me volví reversible. ¿Quién era en esos momentos? Dejé de reconocerme al no poder hablar, que ironía, yo desde el silencio cuando mi arma es la palabra.  Me descubrí, me sorprendí. Con los años, había olvidado ese escondite. Ese refugio que me protegía ante situaciones de stress emocional.  Y me estrese de ganas, de amor, de pasión, de incertidumbre, de medias informaciones, de dudas, de cometer un error, de asumir alianzas, de ser consciente del presente, de no poder hablar del futuro, etc.  Hacia tiempo que no me acompañaba ese silencio.
Al día siguiente recordé las palabras de mi padre y por primera vez me entraron ganas de llamarlo y decirle: “Sabes, en el fondo creo que sí, que de algún modo ha hecho mella sobre mi todas esas cosas que me hacen parecer tan fuerte. Pues, algo pasa cuando durante largos periodos me siento insatisfecha, cuando ante cualquier compromiso comienzo a correr y todo pierde valor, cuando me siento perdida y muerta de miedo ante una simple pregunta, cuando estoy deseando que me amen para luego esconderme. Sabes, necesito naturalizar mis relaciones, necesito que me digan donde me perdí, necesito encontrarme para luego definirme. ¿Qué es lo que quiero papa? ¿Qué es lo que busco?
Dos días caminando, dos días sin parar de deambular por las calles. Yo y mi música. Yo y amigas.  Yo y la gente. Yo buscándome en el mundo. Una canción me hizo sonreir. Una lluvia que mojaba y calmaba la reseca emocional. Unas palabras que se suelen dedicar si se dan por aludidos. Encontré un camino, ahora tengo que empezar a caminar. Aquel día me encontré.
¡Por fin se abrió la caja de pandora!