lunes, 21 de mayo de 2012

Mi amiga RAMONA

Era una día de esos cualquiera. La única cosa excepcional que me había ocurrido era la visita de una querida amiga en casa. Una vez terminada la velada, por amabilidad bajé a acompañarla hasta donde tenía su vehículo y cuál fue la sorpresa cuando en medio de la acera surgió un ser diminuto y nervioso que se acercaba a todo ser viviente que le hiciera un poco de caso. En vez un gato parecía una ratita curiosa y rápida salida de un contenedor. En el primer instante, miré que detrás de ese ser tan gracioso no viniera alguien poseedor. Al parecer no era así. Estaba solita, aventurera y falta de cariño. En tal se me puso delante no pude evitar cogerla, cosa que me condeno a no poder soltarla y de nuevo dejarla en la aventura de una noche busca afecto. ¡Vaya conquistadora era doña Ramona!

En breve estaba metida en mi cama como si fuera algo de lo más cotidiano. Era una bicha insaciable de juego que daba alegría y movimiento a la soledad del cuarto, pues su energía era inagotable.
A mi mascota le había salido una competidora, pero hasta el gato con más lustre, cayó en las gracias continuas de una gatita huérfana de buen carácter y energía reciclada.

Ramona, le puse Ramona, porque tenía tela la gata. Vaya bichina la gatuna.

Al cabo de pocos días le conseguí unos nuevos dueños. Me costó muchísimo despedirme del encantador bichillo. Al día siguiente de su marcha los llamé para ver qué tal andaba y les pregunté que nombre le habían puesto, Luna me dijeron y no se muy el por qué, me sono que ella no podría llamarse así. Era "doña Ramona", a la que hoy le dedico este escrito. Un ser que durante breve tiempo, nos conmovio a todos los que viviamos en el piso simplemente con su simpatía y travesuras. Fíjate, yo hoy aún no la olvido.

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