lunes, 25 de septiembre de 2017

Vivencias que nos marcan

Durante las últimas semanas, he estado soñando y teniendo muy presente mi estancia en una casa en la que "mal viví" más de 10 años de mi vida. En una de las décadas más importantes de la historia y desarrollo de una persona, de los 13 a los 23 años aproximadamente. Haciendo repaso sobre las cosas que pueden hayan influído en mi salud emocional, siempre me paro en una edad temprana y recuerdo con dolor la inestabilidad que me rodeaba, los malos tratos recibidos, tanto a nivel físico como psicológicos. Como fuí desarrollando la capacidad de estar en la mente y obviar ciertas emociones como el miedo, que pasar, pasé mucho, además de sentirme muy sola y desprotegida. Pero ahora que estoy intentando averiguar que es lo que más daño me hizo, lo que más me marcó, siempre acabo pensando en esa casa, esa planta baja tipo chabola, en la que tan incomprendida me sentí. Estaba a cargo de un hogar que poco se parecía a eso, pues las condiciones eran deplorables. Suciedad, falta de recursos básicos como un lavabo donde hacer tus necesidades, falta de agua caliente, una instalación eléctrica improvisada y peligrosa, unos cables colgados de cualquier manera de un extremo a otro de una habitación. Compartir esas estancias con cucarachas continuas, algunos ratones que nos visitaban de vez en cuando. Por mucho que una quisiera que eso fuera un hogar era imposible. Todo ello, unido al constante acoso vecinal, que te hacían sentir peor que cualquier bicho, en vez de ofrecerte su apoyo y compasión. Ese contexto que día tras día vivía me llevó a hacerme sentir, muy, muy sola en un mundo que parecía estar separado de mi propia vivencia. También se hacía duro el tener que ocultar continuamente mi situación cuando conocía a gente en otros ambientes fuera de las cuatro calles que rodeaban el dichoso callejón y conocían a los pobres chicos que vivían peor que los gitanos. 
En algunas ocasiones intentaba disfrazar esas cuatro paredes a medio caer con pintura barata o algo de cemento, pero no servía de nada, el problema seguía en pie. El tener un padre alcohólico y ludópata no ayudaba y aprendía a sobrevivir con los pocos ingresos que me daba semanalmente para comprar la comida. Era un milagro como se podía alargar el poco dinero que nos dejaba, mientras él se fundía todo en cuestión de pocas horas. 
Me puse a trabajar muy pronto, antes de lo reglamentario y mi padre generoso me decía que eso era mío, aunque cuando se había gastado lo suyo me achuchaba para que le diera algo extra de lo que ganaba, sino me castigaba o se enfadaba enormemente y era bastante incómodo de soportar. 
Hoy en día, no se que es peor, si los maltratos o el vivir sintiéndote muy poca cosa. El disponer de un hogar saludable es algo fundamental en temas de protección. Pero ¿cómo no iba alevantar muros en esas condiciones? Después de vivir de forma normalizada durante bastantes años, ahora tengo que hacer limpio de todo eso que viví y dejo tanta huella que mi cuerpo aun grita. 

sábado, 23 de septiembre de 2017

¿Cómo me siento?

Después de pasar la mayor crisis física que he vivido, unos momentos en los que no sabía si podría sobrevivir o por lo contrario, sería el momento para ir despidiéndome de este mundo terrenal. A la que recobré un poco la energía, me sentí renacer, con mucha ilusión y con esperanza, pues parecía algo imposible. Esta semana he pasado por la tercera sesión de quimio, con lo cual, el siguiente paso es realizar el Pet-Tac y evaluar las posibilidades de poder pasar por quirófano. Lo cierto, es que me siento llena de miedo, tanto a que me operen, como a que me digan que no hay posibilidad. Y no quiero adelantarme, no quiero desperdiciar cada segundo que tengo por delante, pero un sentimiento muy intenso se ha apoderado de mí. Este finde es la Mercé y me gustaría ir a las fiestas y rodearme de vida, pero la energía no me acompaña del todo, o quizás es el miedo, la parálisis que me frena. Me siento tan paralizada, como si mi vida estuviera totalmente condicionada por esta circunstancia que me condiciona, me frena, me limita. Aunque en el fondo creo que igual la que más me limito soy yo misma. Al igual que he podido limpiar mi casa, hacer el baño, poner una lavadora, ¿por qué no voy a poder ir al centro de la ciudad un rato y disfrutar del ambiente? ¿qué es lo que tanto miedo me da? ¿qué me puede pasar, qué me cansé? Pues busco un banco y me siento. Pero estar todo el día en casa no me está ayudando. Otro sentimiento muy intenso es una gran sensación de soledad, me siento muy sola y eso me pone muy triste. A la vez, no me apetece estar acompañada por cualquier persona, sino por esas que me puedan aportar alegría, vitalidad y no me pongan la cabeza llena de historias absurdas. Hoy he intentando quedar con varias pero no ha cuadrado. ¿Será que me toca estar sola y recapacitar? Encima, mi gran acompañante, mi amor, le toca trabajar. Con él es más fácil, aunque también siento algo de dependencia hacia él y eso tampoco me hace sentir en paz. Ahora mismo siento que todo cambió... ¿dónde está mi vida? ¿por qué ha "desaparecido"?. Quiero recuperarla, quiero comenzar a vivirla nuevamente. Quiero salir a la calle con la despreocupación de que todo va bien. Siento algo de envidia por las personas cuando las veo tan relajadas, tan ajenas a la preocupación que supone que tu vida esté en peligro.
Por primera vez lloro desde el alma, con una intensidad casi desconocida, haciendo limpieza de todo el dolor que llevo dentro desde hace tanto tiempo... Tengo la sensibilidad a flor de piel, tanto para la nostalgia como para poder sentir cualquier cosa que me rodea, y eso es bueno, pues lo bonito es impresionante de hermoso, la música llega más rápido al corazón y se apodera de mi cuerpo que es capaz de moverse al ritmo con suavidad.
Así me siento hoy, así estoy, conociéndome a un nivel que no dejaba experimentar, esa también soy yo, esa igual soy más yo que nunca. Igual es el paso que necesito para comenzar a ser feliz de manera auténtica. Algo está cambiando, bienvenidos sean los cambios que necesito experimentar para realmente ser FELIZ.